A través del tiempo se han vuelto famosas frases como: "El ejemplo educa", "Nadie aprende por experiencia ajena", "A lo malo, ni probarlo", "La práctica hace al maestro", etcétera; expresiones que tienen una gran dosis de veracidad. Pues bien, a ellas hay que sumarles: "El juego motiva, enseña, construye y distrae"; destacando de una vez por todas el papel fundamental que está cumpliendo la lúdica en el modelo enseñanza-aprendizaje actual.
Ora bien, por medio de este instrumento no solo transmitimos conocimientos, sino que mejor aún, los construimos con nuestros alumnos y alumnas, en una maratón por la verdad. Y a ello podemos agregarle la posibilidad de evaluar y autoevaluar, seguida de otras bondades como son: la liberación de tensiones, el limado de asperezas, el espíritu de reto, el afianzamiento de conceptos, la práctica comunicativa, el laboratorio de valores (justicia, respeto, honestidad, lealtad, etc.) entre otras.
Jugar no sólo distrae y entretiene, sino que permite enfrentar de una manera inteligente a la rutina, ése gran afluente de las tensiones. La práctica de un deporte como el fútbol o el baloncesto, o el mero ejercicio intelectual frente a un tablero de ajedrez o un parqués, contribuye a fortalecer la parte física, sicológica, ética o cognitiva del individuo o del grupo respectivamente.
Una institución que cuente con escenarios propicios para el aprovechamiento del tiempo libre y el ejercicio de la lúdica de una forma sana y amena, debe sacarles el máximo beneficio. No obstante, si no posee la infraestructura, debe propugnar por crearla.
Hay mucho que decir respecto a la lúdica como método, como instrumento. Por ahora, amigos y amigas, l@s invito a reflexionar un poco sobre el papel que debe jugar ésta en la educación colombiana y en nuestras instituciones. ¡Que se abra el debate!
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